Maldición, Nacho Vegas

lunes, 29 de octubre de 2007
Ésta es Maldición, una de las mejores canciones de Nacho Vegas. Narra el tormento de Ezequiel, que arrastra una desconocida maldición que lo conduce a la más desesperada de las decisiones.



Ezequiel, fue un gran error tan sólo regresar. Era pronto y a la gente le cuesta olvidar. Ezequiel respira hondo al descender del tren. Es extraño, nadie está esperando en el andén. Una breve intuición: algo huele a maldición. Pero se dirige a la casa en la que se crió.

Y habla con su madre: -Soy yo, madre, ¿no lo ves?- Madre dice: -Olvida que algún día te engendré-. Y habla con su padre: -Padre, ¿qué ocurre aquí?- Padre no contesta; se limita a maldecir. Ezequiel se acerca al bar; alguien le sabrá explicar. Pero todos callan, todo el mundo calla al verlo entrar.

Dicen que hizo algo y nunca nadie lo olvidó,
pero él no consigue recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición
con los años y los años.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.

Ezequiel se oculta junto a las vías del tren. Necesita una respuesta para no enloquecer. ¿Qué ocurrió un verano negro en su ciudad natal, que la gente ni siquiera se atreve a mencionar? Al alba se va a lavar a un estanque del lugar, y es en su reflejo donde encuentra toda la verdad.

Ezequiel contempla el agua con un rictus de horror. En su rostro encuentra el rostro de la maldición. Llega al fondo de sus ojos, donde ya no hay luz. Puede ver su alma y continúa más al fondo aún. Toma conciencia del mal y su grito suena igual que el de un hombre roto que descubre dentro al animal.

Dicen que hizo algo, algo que nadie olvidó,
pero él no consigue recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición
con los años y los años.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.

Ezequiel comienza a huir, nadie lo va a extrañar. Huye en dirección al norte, le guía el olor a sal. El Cantábrico se muestra en todo su esplendor. Se desnuda y lentamente avanza en dirección al sol. Y decide descansar bajo el manto gris del mar. Las olas lo mecen y duerme eternamente como un viejo zar.

Dicen que hizo algo y nunca nadie lo olvidó,
pero él no lograba recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición.
Y ahora espera el Juicio
por los siglos de los siglos.
Ezequiel, descansa en paz en el fondo del mar.

Monochrome, Yann Tiersen

miércoles, 24 de octubre de 2007




Monochrome es una de las más famosas canciones del músico francés Yann Tiersen, que aparece en su disco Le phare (1998), disco que lo lanzó a su merecido reconocimiento en toda Europa.

Mientras la letra de la canción se rige por el código anglosajón, la música parece hablar en francés, y de esta singular amalgama surge Monochrome, una directa crítica a un modo de vida rutinario, monótono, donde los días parecen estar escritos con tanto detalle que no dejan lugar a la digresión, donde no tienen cabida la inprovisación y creatividad.

El videoclip plasma en gran medida el mensaje de la canción; los objetos partícipes de lo cotidiano se rebelan a la par que el protagonista de su monótona existencia, y todo comienza a funcionar en torno a las notas de Yann Tiersen. Pero, finalmente, vence la rutina, y la rebelión queda abortada. Al menos se ha intentado, y es el primer paso para lograrlo.

Si el videoclip es bueno, la versión en directo no tiene nada que envidiarle. Tiersen vuelve a asombrarnos con su carácter polifacético; el acordeón deja paso al piano, acompañado de una impresionante orquesta sinfónica. La música te envuelve, sientes que formas parte de ese privilegiado público... y no puedes evitar dejarte arrastrar por una canción cuyas notas son pinceladas de color en nuestras vidas. Gracias a músicos como él, la monotonía queda entre paréntesis por el instante en que dura la canción.

Ojalá llueva mañana

martes, 23 de octubre de 2007
Ojalá llueva mañana

Ojalá me quede
empapada de tus ojos,
lágrimas de fresno
que beben mis entrañas

Ojalá mañana
me inundes con tus versos,
y tu luz me ahogue
en un estanque dorado

Ojalá llueva mañana
Ojalá llueva lluvia eterna

La cosa, Juan José Millás

sábado, 20 de octubre de 2007

LA COSA

De pequeño tuve una caja de zapatos que llegó a ser mi juguete preferido, entre otras cosas porque no tenía otro. Pero envejeció más deprisa que los zapatos que había llevado dentro, de manera que a mi caja se le cayó un día la primera a y se quedó en una cja, que así, a primera vista, parece un juguete yugoslavo. Busqué entre las herramientas de mi padre una a de repuesto, pero no había ninguna y tuve que sustituirla por una o. De este modo, sin transición, tuve que olvidar la caja para hacerme cargo de una coja, lo que es tan duro como pasar directamente de la niñez a los asuntos. Jugué mucho con aquella coja, todavía la recuerdo, pero se fue haciendo mayor también y un día se le cayó la jota. Hay quien piensa que las vocales se estropean antes que las consonantes, pero yo creo que vienen a durar más o menos lo mismo. El caso es que tampoco encontré entre los tornillos de mi padre una jota en buen uso, así que la sustituí por una pe que estaba prácticamente sin estrenar. La coloqué en el lugar de la jota y me salió una copa estupenda, con la que he bebido de todo hasta ayer mismo, que se me cayó al suelo y se rompió. A decir verdad, se rompió justamente por la pe, y como es muy antigua no he encontrado en ninguna ferretería una igual. Ayer fui a casa de mis padres, y después de mucho rebuscar en el trastero di con una ese que no desentona con el conjunto. O sea, que ahora tengo una cosa, pero no sé qué hacer con ella. La caja, la coja y la copa eran muy útiles para guardar secretos, jugar o emborracharse. Pero la cosa me da miedo; además, la escondí en el bolsillo interior de la chaqueta, de manera que desde ayer tengo una cosa aquí, en el pecho, que me llena de angustia. Lo peor de todo es que, como no sé qué es, tampoco sé cómo se rompe. Qué vida, ¿no?

[Mientras tú existas...], Ángel González

jueves, 11 de octubre de 2007



Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz -cualquiera...

Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo este amor que crece y no se muere,
bajo este amor que sigue y nunca acaba.