[La mosca...], Sergio Fernández Sánchez

jueves, 30 de octubre de 2008



La mosca es un caleidoscopio con alas.

Eterno retorno



Al final siempre
de alguna forma acaba
por diluviar.

[A través de la ventana...]

martes, 28 de octubre de 2008

Puede que fuera yo quien lloraba, puede que fuera en mí donde llovía.
Agustín Fernández Mallo


A través de la ventana se puede apreciar sin gran esfuerzo la continua cascada de gotas que se precipita desde el cielo. A veces, el agua inunda todas las realidades sin excepción, y cualquiera podría extender su mano hacia el abismo, y sentir cómo un frío estanque se compone en el lienzo de su palma. En ese caso, todo el mundo está de acuerdo: llueve. Sin embargo, en otras ocasiones, solamente se puede ver la lluvia desde dentro, desde el interior de la retina, y de esta forma, aunque luzca el sol, su calor y sus rayos se pierden entre el aire pálido, y aunque simplemente esté nublado, a pesar de sus reiterados esfuerzos por controlarse, las nubes no consiguen contener su llanto. Y entonces llueve por dentro, o por fuera, o qué importa: llueve. Y solamente podría llegar a escampar en algún otro tiempo, en algún otro lugar, en otra dimensión que quizás nunca haya existido, quizás ni siquiera en forma de sueño, de mar infinito, de nube. La única realidad es que, de una forma u otra, ya lleva aquí mucho tiempo lloviendo, y no creo que nadie, de algún modo de los posibles, vaya algún día a cerrar el grifo del cielo.

El hombre que casi conoció a Michi Panero, Nacho Vegas

lunes, 27 de octubre de 2008

Esta canción fue lo mejor del genial concierto de Nacho Vegas y Christina Rosenvinge el pasado viernes 24 en Santiago.

Es hora de recapitular
las hostias que me ha dado el mundo.
Hoy querrán oír mi último adiós.
Bien, poco a poco van llegando
y yo los recibo en batín.

Y unos me llaman chaval
y otros me dicen caballero.
Alguno no se ha querido pronunciar.
Yo una vez tuve un amor,
pero si he de ser sincero
dije no en el altar
y cuando digo no es no.

Fracasé una vez, fracasé diez mil
y aún así alzo mi copa hacia el cielo
en un brindis por el hombre de hoy
y por lo bien que habita el mundo.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas) Shalalaralalá...

Y no me habléis de eternidad.
No me habléis de cielos ni de infiernos más.
¿No veis que yo le rezo a un dios que me prometió
que cuando esto acabe no habrá nada más?
Fue bastante ya...

Nunca fui en nada el mejor,
tampoco he sido un gran amante.
Más de una lo querrá atestiguar.
Pero si algo hay capital,
algo de veras importante,
es que me voy a morir
y cuando digo voy es voy.



Lo he pasado bien, y casi conocí en
una ocasión a Michi Panero,
y es bastante más de lo que jamás
soñaríais en mil vidas.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas) Shalalaralalá...

Dejadme preguntar: ¿Es esto el final?
Y si es así, decid: ¿Me vais a extrañar?
Veo que asentís pero yo sé que no.

Qué lástima, no dejaré
nadie a quien transmitir mi sabia;
consideré insensato procrear.
Y diréis de mí que soy
un viejo verde y cascarrabias,
y diréis muy bien,
y cuando digo bien es bien.

¡Largo ya de aquí! ¿Qué queréis de mí?
¿Es mi alma o es mi dinero?
Si de uno carezco y la otra es
una anomalía en esta vida.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas) Shalalaralalá...

(Muy bien, niñas)

¡Y unos me llaman chaval,
y otros me dicen caballero!
¡Alguno declinó mi oferta para hablar!
¡Yo una vez tuve un gran amor,
pero si he de ser sincero
dije no en el altar,
y cuando digo no quiero decir que no!

He bebido bien, y casi conocí en
una ocasión a Michi Panero,
y ahora brindo en paz por la humanidad
y por lo bien que habita el mundo.
¡Escuchad, os lo diré cantando!
(Viejo) Shalalaralalá...

Hasta nunca...

Mar en el viento, José Carlos Cataño

domingo, 26 de octubre de 2008

MAR EN EL VIENTO

Viento de las esquinas,
Aullar de esconces, ¿sabes tú
De la pena, aullido en los cables?
Sobre el mar roto
Las olas brotan
En medio de una soledad de olvido.
Así la vida
Otra vez atrás queda.



José Carlos Cataño, Lugares que fueron tu rostro, Bruguera, Barcelona, 2008.

Dálmatas

jueves, 23 de octubre de 2008

Éstas son algunas fotos que saqué el pasado domingo a nuestra nueva camada de dálmatas:













































Les jours tristes, Yann Tiersen

lunes, 20 de octubre de 2008



Nadie, Luis Alberto de Cuenca

miércoles, 15 de octubre de 2008

NADIE

Abro la puerta.
Descubro que no hay nadie
fuera ni dentro.


Luis Alberto de Cuenca, La vida en llamas, Visor, Madrid, 2006, p.79.

Canción amarga, Luis García Montero

martes, 14 de octubre de 2008

CANCIÓN AMARGA

En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.

Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.

Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.

Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.

La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.
Cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.


Luis García Montero, Poemas, Visor, Madrid, 2006, p. 146.

[Esto no es más que un partido de bádminton...]

domingo, 12 de octubre de 2008


Esto no es más que un partido de bádminton.
Solamente consiste en lanzar el volante,
golpear con esmero sus anhelantes plumas,
pero que a cada segundo que el reloj sentencia
se vuelven torpes, sólidas, inútiles,
y en la gélida pista solo pueden resonar
los cristales que quiebran al otro lado.
Entonces, los tres brazos se desintegran,
finalmente queda lisiada el alma.
Y es que no se puede jugar contra un abismo,
siempre se repite el mismo resultado,
set en blanco, 21-0, imperturbable.
Mientras, Aristóteles en la grada
contempla escéptico el viaje sin retorno.
No sabe encontrar el camino de vuelta
a su libro-casa, así que gravita
en torno a la incerteza,
como sus otros compañeros de viaje,
como aquellas palabras del prólogo,
partículas, títulos, pausas,
todo eso que ahora ya no importa.
Lo único relevante en este estadio
es la pluma que vuelve a resonar en el abismo,
otra vez, la infinita cadencia deletérea,
smash, drive, globo, es lo mismo.
El público también se alimenta de su silencio,
porque aquí todo es silencio, salvo esas plumas
cuyo eco hace tiempo que ha usurpado
los cantos de los pájaros cada mañana.

Recuperación de entradas y comentarios de The path of the wind

sábado, 11 de octubre de 2008
Hace algo más de un mes, no recuerdo exactamente qué día, cerré definitivamente mi antiguo blog, The path of the wind. La principal razón por que lo hice fue que no le encontraba sentido a tener un blog abierto cuando sabía que no querría volver a colgar nada más allí. Sin embargo, en ese momento no fui consciente de que, con esta decisión, no sólo estaba provocando la desaparición de ciertas canciones, literatura o textos escritos por mí, sino también comentarios y aportaciones de mucha gente, que, sinceramente, al comienzo, nunca creí que fueran a ser tantos, lo cual aprovecho para agradecer en estos momentos.

Así que, ahora, considero que no tenía derecho a suprimirlo así sin más; era mi blog, pero también el de todos aquellos que lo leían y que participaban en él. Por eso, para arreglarlo de alguna forma, y aprovechando que todavía para Google sigue existiendo en versión caché, durante los últimos días he ido recolectando la mayor parte de entradas que en él estaban publicadas para añadirlas en este blog, con la fecha de su primera publicación. También he recuperado los comentarios que he podido (casi todos los escritos a partir de febrero), salvo que en este caso no se puede (o yo no sé) cambiar el día en que se escribieron, pero al menos están aquí, en este blog con el que creo que, pase lo que pase, no voy a volver a cometer la equivocación de eliminarlo.


If this city never sleeps, Rosie Thomas (y el metro de París)

jueves, 9 de octubre de 2008



Oh at night when I sleep
Oh the dreams come to me
Make me believe that my life is not my own
And if life were like my dreams
All the things I would see
I'd be so much braver than I know

No I can't understand
What it means to be a man
And to lead a woman from her home
And if love were indeed
All the things I believe
Then I guess I would never feel alone

Oh will I ever know?

And if this city never sleeps
Does that mean that noone dreams
And if that's so
Then I guess I'm going home

El silencio del bonsái

jueves, 2 de octubre de 2008

Hace unos días compré un bonsái, para convertirlo, sin habérselo advertido previamente, de un simple árbol anónimo a sucedáneo de compañero de habitación. Tras llegar a casa con mi flamante nueva adquisición, me dediqué a buscar cómo debía regarlo, cuándo, en qué cantidad; me enteré de qué especie concreta se trataba (un acebo japonés, si mal no recuerdo), y de las peculiaridades propias de todos sus hermanos arbóreos. Pero hasta hoy no me había percatado de una cosa, no había pensado en una cuestión básica que ahora, por no tener solución, me produce una honda sensación de angustia que me acompaña como una sombra bajo los rayos de sol del mediodía. Y es que, en ningún momento, llegué a preguntarle al bonsái si quería venirse conmigo, si quería formar parte de mi vida. ¿Cómo he podido cometer semejante atrocidad? Quizás él hubiese encontrado su hábitat ideal en la tienda donde estaba en venta, quizás quisiera permanecer allí siempre y yo, en mi torpe decisión, le rompí su sueño, igual que las macetas cuando se deslizan de las manos. O puede ser que solamente desease volver a un lugar anterior de su existencia vegetal, y que yo todavía lo arrastrase más lejos, adonde su vista no alcanzase nada más que un paraje abrasado, sin vida. Pero, quizás, su ilusión más recóndita fuera abandonar la maceta que lo encadena a una triste y pequeña porción de tierra, y crecer, en libertad, rodeado de otros árboles que fueran espejos en los que mirarse cada mañana, y creer en seguir y seguir creciendo, como los pinos y los abetos, hasta un día tocar con las puntas de sus ramas un pedazo de cielo, y abrazarlo.

Pero ahora ya es demasiado tarde, ya nunca podré saberlo, ya nunca podré cambiar nada. Ahora está aquí, conmigo, y no entiendo qué puede significar su silencio. Sólo me queda cargar indefinidamente con este sentimiento de culpa, de incertidumbre, de desasosiego. Y creo que lo único que puedo hacer es tratar de meterme en su piel (mejor, en su corteza) para cuidarlo de la misma forma que me gustaría si yo algún día no fuera más que un bonsái.