Lavadora, Gonzalo del Rosario

jueves, 31 de mayo de 2012
 Lavadora, Roy Lichtenstein


LAVADORA

Todos los días se peleaban por cualquier cosa. Su hogar era un océano de disculpas y broncas. Hasta aquella mañana en que decidió meterla en la lavadora. Luego de una buena centrifugada, salió como nueva y la casa volvió a la normalidad.



Gonzalo del Rosario, Mishky stories, IncertidumbrEditores, Trujillo, 2011, p. 23.

Epifanía corroída, Jorge Riechmann

martes, 29 de mayo de 2012

EPIFANÍA CORROÍDA
Mark Rothko, 1949 (1949)

¿La imagen sagrada
en la sala de espera
en la rezumante estación de autobuses
en la calleja huérfana?

Ahí está si la ves.
Si puedes acoger ese escalofrío blanco
que está y no está: una mano exenta
con todos los dedos rotos.

Y una vez se ha derrumbado
el salitre improbable de los templos
¿dónde si no la buscaríamos?

¿Dónde el vacío que pueda
acoger nuestro vacío?



Jorge Riechmann, Futuralgia (Poesía reunida 1979-2000), Calambur, Madrid, 2011, p. 615.

[Sueños], Sándor Márai

jueves, 24 de mayo de 2012



Un verso de Shakespeare: «¿Quién sabe los horribles sueños que pueden azorar en el sepulcro al infeliz?...» En realidad los horribles sueños te azoran ya en vida. A veces tengo miedo de dormirme.



Sándor Márai, Diarios 1984-1989, Salamandra, Barcelona, 2008, p. 180.

Casida de la mano imposible, Federico García Lorca

martes, 22 de mayo de 2012
La mano en las nubes, Yves Tanguy


CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE

Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.



Federico García Lorca, Sonetos del amor oscuro / Diván del tamarit, Lumen, Barcelona, 2010, página 45.

A contratiempo, José Hierro

domingo, 20 de mayo de 2012
La danza, Marc Chagall

A CONTRATIEMPO

Este poema tiene un son
que no es el suyo. Imaginad
que estamos bailando un bolero.
Pero la música que suena
yo no la oigo: es otro ritmo,
otro compás, el que yo llevo.
Bailo a destiempo, a contratiempo.
Mi pareja se queja porque
la estoy pisando. ¿Cómo puedo
decirle que escucho una música
que ya sonó o no sonó nunca?
Nos sentamos. No nos miramos.
(No nos veríamos).
                              El son
de este poema no es el suyo:
llevamos músicas distintas.
Por eso el baile es imposible
y debo desistir.



José Hierro, Cuaderno de Nueva York, Hiperión, Madrid, 1998, p. 89.

Preguntas, Gioconda Belli

viernes, 18 de mayo de 2012
Mujer otoñal, Piotr Kowalik

PREGUNTAS

Sufro una tristeza de hojas
que el viento bate contra la puerta cerrada.

Es el otoño y se hace remolinos la hojarasca.
Como si todos los días vacíos de la vida
se apilaran en el jardín crujiendo su desperdicio.

Recuerdo la pasión.
El tiempo cuando lo prohibido o lo imposible
me tentaba.
Cuando saltaba sin red
o entraba en las jaulas de las panteras
pensando en domar la vida
o darle un curso nuevo a la historia.

El tiempo del deseo no conoce el recato
mucho menos la prudencia.

Ante mi ventana la brisa deja las ramas
avergonzadas en su desnudez.
¿Llega el momento en que uno acepta el despojo?
¿Salir al patio, barrer las hojas caídas
y prepararse para el invierno?
¿Cuántas estaciones alcanzan en una vida?
¿Cuántas hojas muertas?



Gioconda Belli, Mi íntima multitud, Visor, Madrid, 2003, p. 48.

Curiosidade, Lois Pereiro

miércoles, 16 de mayo de 2012
Una puerta se abre en la noche de terciopelo, René Magritte


CURIOSIDADE

Saber que está un á morte
e o corpo é unha paisaxe de batalla:
unha carnicería no cerebro.

¿Permitirías ti, amor deserto,
que nesta febre impenitente abrise
a derradeira porta e pechase
detrás miña, sonámbulo e impasible,
ou porías o pé
entre ela e o destino?



Lois Pereiro, Poesía completa, Xerais, Vigo, 2011, p. 107.

Lo que dijo el médico, Raymond Carver

lunes, 14 de mayo de 2012
Pequeña cascada, Kim Wyly


LO QUE DIJO EL MÉDICO

Dijo que la cosa no tenía buen aspecto
dijo que lo tenía malo malo de verdad
dijo que había contado treinta y dos en un pulmón y
que dejó de contar
le dije me alegro porque no quería saber
si hay más
dijo si usted es un hombre religioso arrodíllese
en el bosque y pida ayuda
cuando llegue a la cascada
la neblina le rodeará los brazos y la cara
deténgase y trate de comprender esos momentos
yo le dije no lo soy pero trataré de empezar hoy
dijo lo siento mucho dijo
me hubiera gustado tener otras noticias que darle
dije Amén y él añadió algo
que no entendí y no sabiendo qué más hacer
y para no hacerle repetirlo
y a mí digerirlo
me quedé mirándole sin más
durante un rato y él me miraba a mí
me puse de pie de un salto y le tendí la mano al hombre
que acababa de decirme lo que nunca nadie me había dicho
puede que incluso le haya dado las gracias por costumbre.



Raymond Carver, Un sendero nuevo a la cascada, Visor, Madrid, 2002.

El Sunset Limited, Cormac McCarthy

jueves, 10 de mayo de 2012
Puerta hacia lo abierto, Egon Schiele


   (...)
   BLANCO: Bien, pues no puedo ayudarle. El caso es que al final he decidido mandarlo todo a rodar. Llegar ahí me costó mucho trabajo y la única cosa a la que no estaría dispuesto a renunciar es exactamente esa.
   NEGRO: ¿Le importa decirlo en otras palabras?
   BLANCO: A lo único que no renunciaré es a renunciar, a abandonar. Espero que eso me ayude a sobrellevarlo. Dependo de ello. Las cosas en las que creía eran muy frágiles. Lo he dicho antes. No durarán mucho, como tampoco yo duraré, pero no creo que ese sea el motivo de mi decisión. Yo creo que va más allá. A la pérdida se puede uno aclimatar. No queda más remedio. Mire, a usted le gusta la música, ¿no?
   NEGRO: Sí.
   BLANCO: ¿Cuál es el mejor compositor que conoce?
   NEGRO: John Coltrane. Sin discusión.
   BLANCO: ¿Cree que su música perdurará eternamente?
   NEGRO: Bueno, eternamente es mucho tiempo, profesor. O sea que responderé que no.
   BLANCO: Sin embargo eso no le resta un ápice de su valor.
   NEGRO: Desde luego.
   BLANCO: Uno renuncia al mundo poco a poco. Estoicamente. Y de repente un día se da cuenta de que ese coraje es una farsa. No significa nada. Se convierte uno en cómplice de su propio aniquilamiento y eso es todo lo que hay. Cualquier cosa que uno haga cierra alguna de las puertas que tenemos delante. Hasta que al final solo queda una puerta.
   NEGRO: Lo pinta muy negro, profesor.
   BLANCO: Sí.
   (...)


Cormac McCarthy, El Sunset Limited, Mondadori, Barcelona, 2012, pp. 88-89.

Pérdidas, Mario Benedetti

domingo, 6 de mayo de 2012

PÉRDIDAS

   El pasado es una colección de silencios, pero hay partículas calladas, irrecuperables provincias de mutismo, albas y crepúsculos que quedaron ocultos, más allá de ese horizonte tan poco hospitalario; tallos que nunca más se expandirán en rosas, oscuras golondrinas que se aclararán en uno que otro vuelo.
   Lo perdido tuvo color pero ahora es incoloro. Los latidos del gastado corazón invaden nuestra noche, pero el insomnio actual tiene otra partitura. Lo perdido es también un par o dos de labios que probaron el sabor de los míos, y que ahora tan sólo puedo besar en mi memoria.
   Lo perdido es la luna redonda que yo hacía ovalada en mi retina y el firmamento con estrellas que ahora es apenas un cielo raso azul.
   Todo se va borrando, todo pasa a ser sombra y vacío. Y el obligado acabose no nos ayuda a hallarlo.


Mario Benedetti, Vivir adrede, Alfaguara, Madrid, 2008, p. 20.

El soldado Martin Dailey, William March

sábado, 5 de mayo de 2012
Campo de amapolas, Claude Monet


EL SOLDADO MARTIN DAILEY

   Me desperté en un tren hospital. Me escocían los ojos, tenía el pecho dolorido y punzadas en las piernas. Desde donde estaba acostado, iba vislumbrando el campo francés, repleto de amapolas y plantas de mostaza en flor. Oí un murmullo de voces y el ruido metálico de unos motores cuando hicimos una parada de algunos minutos en una estación por el camino. Me recosté y volví a cerrar los ojos. El vagón apestaba a desinfectante y sangre seca, y a ese olor que se desprende al enjaular a muchos hombres juntos.
   Encima de mí un tipo hablaba sin parar de Nebraska. Su cabeza, que asomaba por encima de la litera, tenía un color blanco grisáceo y sus uñas habían cobrado un color azulado. Hablaba en voz queda y lenta. Tenía muchas ganas de hablar porque sabía que iba a morir antes de llegar al hospital. Pero no había nadie que le escuchara. Estábamos allí tumbados, casi en silencio, pensando en nuestras desgracias, como carneros recién castrados, demasiado cansados para consolarnos con juramentos. Permanecimos mirando fijamente al techo, o echando algún vistazo por las puertas al campo precioso, ahora en plena floración.



William March, Compañía K, Libros del Silencio, Barcelona, 2012, pp. 98-99.

Canina, Cécile Slanka

martes, 1 de mayo de 2012
Chica con un perro, Philip Evergood

CANINA


¡Cariño!
¡Ya está! 
¡Me he comprado un perro! 
¡Por fin tengo un compañero con quien hablar!

Laëtitia

P.D.: Por cierto, no intentes siquiera volver a verme, porque además de tener conversación, es más bien celoso.



Cécile Slanka, Cómo decirle adiós, El Aleph, Barcelona, 2008, p. 26.